Yo me entregaría fácilmente a los brazos de Morfeo, si no fuera por que antes tengo que realizar una rutina de limpieza facial, de esos
que van siendo obligatorios con los años, ver que todos los implementos de la leche nocturna del Bernardo estén en su punto, que mis pantuflas estén al pie de la cama en la posición exacta para que yo pueda levantarme de un brinco y aún sin abrir los ojos tenga los pies
empantuflados cuando el Berchi despierte por su leche a eso de las 2:50 a 3:15 de la madrugada. Si, el Bernardito es sumamente puntual cuando se trata de fregar la paciencia.
Por suerte los chicos mayores tienen su propia ceremonia para dormir y mi participación en la misma se limita a desearles las buenas
noches.
El Sebas apaga su computadora, se pone pijama, saca la silla con rueditas – si no lo hace se imagina que hay alguien sentado ahí mirándolo
toda la noche y no puede dormir – deja la puerta entreabierta a unos 60 a 75 grados, prende la lamparita de su mesa de noche, coloca una de sus almohadas en posición vertical para que la mentada lamparita no le alumbre directo a los ojos, verifica que su alarma del celular esté funcionando correctamente, coloca el teléfono boca abajo en la mesa de noche de su derecha. Lee uno o dos chistes de Condorito y cuando le vence el sueño, se saca los lentes, los coloca en la mesa de noche de la izquierda (detrás de la almohada vertical) y duerme.
El Rodri no es tan detallista, simplemente se pone pijama, apaga todas las luces y duerme. Eso ahora que tiene una quincena de años, pero
cuando era más chico la cosa era diferente. Hubo una época en que el Rodri dormía sí o sí con un rosario de plástico fosforescente colgado del cuello, especialmente después de ver la película “2012” y ser un acérrimo creyente de la profecía de los Mayas.
El Bernardo es tema aparte. A eso de las 9:00 de la noche empieza la pelea por ponerle pijama, pues gatea como con cuerda y cambiarlo es
todo un arte. Una vez empijamado le doy su leche, pongo el canal 10 (Baby TV) donde a esa hora pasan música “para dormir”, nos echamos a contramano en la cama, él con su tetero y yo abrazándolo y luego de cambiar de posición unas 4 a 5 veces y luchar cuerpo a cuerpo contra su sueño, cae rendido.
Como hace meses la ceremonia de acostar al Bernardito excluye totalmente a otra persona, a mimarido el sueño suele atraparlo
desprevenido. Casi siempre en la sala de TV donde lo voy a buscar a eso de las
11 o 12 de la noche.
Hace mucho tiempo, cuando mimarido y yo recién nos casamos, prometimos nunca dormir separados. Hasta ahora hemos hecho lo posible por
cumplir, pese a los ronquidos suyos, a los bebés y un largo etcétera. Como consecuencia del caso, cuando duermo sola, por más que lo haga en una cama enorme, suelo dejar intacto -involuntariamente – el lado izquierdo de la cama.
La vida sería más fácil si es que las personas durmiéramos cuando nos da sueño, sin depender de horarios, posiciones, ceremonias y demás
tucuymas. Sería más fácil, pero menos deliciosa.
4 comentarios:
Siempre es un placer leerte, blue. Tus historias son parte de mis recuerdos, ya
Que exelente historia
Orange y Eduardo, gracias por pasar por este abandonado blog.
Después de tiempo leer las historias de tu cotidianidad, son como un bálsamo refrescante para mí.
Mi ritual es desvestirme y ponerme el pijama... ir al baño una última vez, agarrar la tablet y ponerme a leer (actualmente voy a acabar -¡por fin!-, los 23 tomos de Las Mil Noche y Una Noche), con las luces apagadas, y esperar a que los ojos se nieguen a seguir leyendo o a que los bostezos hagan más que evidente que necesito apagar todo y dormir... Excepto cuando luego de todo eso te da un ataque inesperado de insomnio.
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