miércoles, febrero 24, 2010

CUATRO OJOS

Ilustración de Roger Ycaza para el libro "¡Cuatro Ojos! de María Fernanda Heredia.

Uno de los capítulos de la familia Ingalls que recuerdo con más nitidez es cuando el doctor del pueblo receta lentes a la angelical Mary y ella feliz de la vida porque por fin veía todo con total nitidez. La cosa fue cuando fue a clases y sus compañeros la tuvieron sin vida llamándola "cuatro ojos", arruinándole tanto la paciencia que decidió abandonar sus anteojos en un tronco hueco y seguir su vida de topo, sin ver más que manchas en movimiento, pero con la esperanza de no quedarse vieja y solterona como su profe. No me acuerdo el final, pero con seguridad triunfa la justicia y demases y Mary mantiene sus lentes y todos felices, como en todos los capítulos de Los Ingalls, pero la realidad no siempre es así.

El tema es la idea que tenemos la mayoría de los mortales sobre usar lentes. No sé si habrán notado el detalle, pero el 90% de las feas en las películas, novelas, series, publicidad y otros usa lentes, así que de niña tenía en la cabeza que si usas lentes la vida puede ser muy cruel o al menos miserable. Quiensabe por eso, cuando mi mamá empezó a usar lentes lloré porque me parecía que nunca más iba a verse tan linda. Luego me tocó el turno a mí, que uso lentes desde los quince años. En realidad solo los usaba en clases para ver la pizarra pero fuera de clases y por lo enorme de mi vanidad y mi estupidez prefería subirme al micro equivocado, pasarme de largo de mis amigas, confundir manchas con bichos, saludar a personas desconocidas y un largo etcétera que usar los mentados lentes. Siempre los perdía, los arruinaba, me los robaban, los tenía sin tornillos, hasta sin "patitas" haciendo equilibrio en mi nariz.

Cuando hace dos años le recetaron lentes a mi Rodri, pegó el grito al cielo, pero después se autoconsoló con que "y bueno, por lo menos mi papá logró casarse" (poco más no dice "aunque sea con mi mamá"), pero como mi Rodri anda en la etapa de la vanidad y sus neuronas andan un poco distraídas, sus lentes están en todo lado menos en su cara. Desde que le recetaron lentes tuvo como 5 o 6 pares, pues como la genética no falla, los tiene siempre chuecos, mugres, perdidos, sin uno o el otro "vidrio", sin tornillos, sin "patitas"... en fin, hay que tener una paciencia de Job para no sacudirlo o agarrarlo del cuello (y acordarse que yo hacía lo mismo).

Hace unos días le recetaron lentes a mi Sebas, que era el único de la familia topo que quedaba invicto. Mi negrito de ojos hermosos tuvo que sufrir la misma burla que la Ingalls en el colegio, pero más bien los enanos de su curso se aburrieron rápido y ayer estaba más tranquilo. Hasta el momento sus lentes están donde tienen que estar (en su carita) y se lo ve tan grande, tan poco niñito que el corazón se me hace un chuño.

Desde hace unos años, después de caminar viendo "sombras nada más", decidí que eran sonseras esas de andar perdida y ciega y uso mis lentes todo el tiempo, total, creo que la vanidad se achica un poco con los años gracias al sentido común. Ah, y mi mamá, a sus sesenta años se ve tan guapérrima como cuando tenía treinta. Y con lentes.

domingo, febrero 21, 2010

VÉRTIGO

No, mi Sebas no está cantando ópera.


No, no me dió un paro cardiaco.

lunes, febrero 08, 2010

DREAMLAND

En Dreamland cada día es una "celebration", no importa que a pocos miles de kilómetros la vida de algunos se vaya al bombo, ni que estemos cerquita del 2012.

En Dreamland todo está perfectamente sincronizado: no caen las hojas de los árboles a menos que sea el instante preciso, calculado para que sea perfecto y para lograr esa sensación de que uno está en otro mundo. Todo... hasta que en el desfile principal un sapo enorme sale de una de las jardineras y pasa por el medio del desfile sin que le importen un pepino las alucinantes luces, las princesas y los príncipes, valiéndole un pepino las hadas madrinas, carros alegóricos y demases, haciéndole el quiebre a la Blancanieves que trata de cubrirlo con su vestido de faldón amarillo.

Nadie se hace mucho lío, pues en el mundo de los sueños lo más probable es que no haya sido en realidad un sapo, sino un príncipe de esos malhumorados que no se deja besuquear con cualquiera.
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