viernes, octubre 23, 2009

PLANTÁNDOLE SEMILLAS AL SOL

Ser cantautor es cosa seria. Un cantautor tiene que tener talento, la capacidad de soñar y de transformar las realidad en la poesía de sus canciones. Carlos Arancibia (el Chuqui) tiene todo eso además de un corazón enorme que se refleja en sus ojos de niño.

El primer corte de su primer Disco "Piedra y Nube", Astromelia, ha quedado increible en versión funk/rap y la flauta traversa. Arbol de Limón, totalmente cortavenas, al igual que Antes de Romeo con la voz inconfundible de Sergio Antezana.

Piedra y nube, la cueca que ha dado nmbre al disco, merece un punto a parte. Es la primera canción que escuché del Chuqui en uno de los entrañables (y extrañables) Lunes de Literatura en el Etno Café. Esta cueca trae un aroma a campo, a poesía a frescura a agua clara. Vale la pena escucharla.

Tarpuy y Revolución Conciencia mantienen una línea social. Los arreglos de Tarpuy quedaron hermosos: charango, guitarra eléctrica, congas, solo de guitarra, batería y bajo convirtiéndola en un himno a la utopía.

Labra las parcelas del mar
plántale semillas al sol
por un rato deja de odiar
y haz tu pueblo un mundo mejor

A contra Luz es un retrato de una parte esencial en la vida del Chuqui: haber dejado una vida relativamente cómoda en Sucre para venir a La Paz en busca de sus sueños.

Con la grabación de Piedra y nube, su primer disco, el Chuqui se convence de que el haber dejado su natal Chuquisaca para venir a Chuquiago persiguiendo sus sueños ha valido la pena. Las canciones acústicas que escuchábamos en el Etno Café de la Jaen las volvemos a escuchar con los acertados arreglos del maestro Vadik Barrón y la participación de muchos amigos músicos que han logrado un disco memorable.

jueves, octubre 15, 2009

APRENDIENDO A LEER

Enseñar a leer al Rodri era divertido. Empezamos con los números. Por las tardes nos quedábamos solitos, bueno, yo con el Sebas en la barriga, y bajábamos del piso 11 al parque. Para la subida al Rodri le encantaba que subamos a pie piso por piso reconociendo los números de cada piso del 1 al 20. Claro que cuando yo estaba muy cansada subíamos en ascensor, pero contando piso por piso hasta llegar al 11.

Con las letras pasó algo parecido. Yo le dibujaba letras enormes, una en cada hoja tamaño carta y las pintábamos juntos con témperas, marcadores, crayones o colores. Cuando terminábamos las pegábamos en la pared de su cuarto. Luego practicábamos cada sonido, pues cada letra tiene un sonido. La maravilla fue cuando empezamos a juntar los sonidos para que las letras tengan sentido. En medio de ese aprendizaje tuvimos que volver de emergencia a La Paz, pues el Rodri se enfermó horriblemente. Mi Sebas ya tenía un año.

Una noche, después de que habíamos dejado de practicar por meses, el Rodri, de tres años y medio, se acercó con una revista de Condorito y me dijo: mamá, ya sé lo que dice aquí y leyó el título de un chiste: “L.A. MU-E-LA”, “LA MUELA”. Yo casi me caigo de nuca: mi Rodri ya sabía leer, así que iba a su guardería con la merienda y una revista de Condorito en su mochila.


Con el Sebas no fue fácil. El moreno siempre ha sido chinchoso y medio malcriado, pues desde que era un piojo del tamaño de una arveja cree que lo sabe todo, así que el método de las letras y los sonidos se fue al bombo porque el quería “hacer sonar” las letras como le cantaban las ganas, y no entendía que Sebastián empezaba con “S” (insistía que era con “C”) y estaba seguro de que elefante empezaba con “L”, obvio, “l-fante”, así que dejé de insistir por cansancio y aburrimiento de terminar cada sesión de lectura peleados.

Casi cada noche, el Rodri, el Sebas y yo nos echábamos en la cama de uno de ellos y leíamos cuentos, bueno, el Rodri y yo leíamos y el Sebas quedaba al medio solo escuchando. El Rodri y yo disfrutábamos haciendo voces y riendo antes de leer cualquier chiste, hasta que una noche le dimos al moreno el chance de “hacer sonar” las letras juntas. Leíamos el cuento “El oso que no lo era” un hermoso cuento que trata de un oso que luego de hibernar despierta dentro de una fábrica enorme y nadie le cree que es un oso, sino un hombre grande, feo, sin afeitar, y con un abrigo de piel. Cuando el oso dice “pero soy un oso” todos se matan de risa en su cara. Bueno, en los dibujos se leía la risa de los malvados burócratas que no aceptaban que el oso era un oso, así que hicimos que mi Sebas junte la “j” con la “a”. El morocho no podía creer que estaba leyendo! esa noche leyó todas las risas de “El Oso que no lo era” y el fin de semana nos sorprendió leyendo todos los letreros de Burger King empezando por “e-xzz-it” (EXIT). Hasta eso el Sebas tenía más de cuatro años.

Hace unos días, en el minibús que me llevaba de la oficina a mi casa, la señora que anunciaba la ruta tenía a su hijito de unos 3 ó 4 años en el rinconcito frente al primer asiento. Cuando íbamos por el camino hacia Obrajes - donde nadie sube ni baja- ella sacó uno de los letreros amarillos de uno de los bolsillos del asiento y empezó a mostrarle al pequeño cómo eran las letras y cómo sonaban. Juntos leían toda la ruta: “o-braaajes, ca-lacoooto, cota coota, nuevo amanecer”. Me enterneció hasta la médula, pues me vi a mí misma con mis conejos enseñándoles a leer. Pucha que la vida se pasa muy rápido.

Ojalá mis enanos se acuerden de cómo aprendieron a leer, ah, y también quién les enseñó a moshear. Cosas esenciales en la vida.

viernes, octubre 09, 2009

CHUQUIAGO, 12:30 P.M.

Esta foto fue descargada de AQUÍ
Después de recoger los lentes de mi Rodrigo en una óptica de la Mariscal Santa Cruz, cruzo la calle por el Subterráneo. Hay gente sentada descansando en los asientos, gente comprando en algunas de las tiendas. El olor a incienso que sale de una tienda de artículos de la India contrarresta el olor del baño público logrando un olor raro pero soportable. Subo las gradas hacia la acera de la Cámara de Comercio y de pura suerte encuentro un minibús de los chiquitos con el asiento de adelante vacío. Ideal.

Es medio día, así que la temperatura -para lo seco que es nuestro clima- es deliciosa, el cielo azul como si lo hubieran pintado recién con acuarela y la ciudad… pese al horario continuo decretado para las instituciones públicas hasta que las “Obras del Bicentenario” terminen, un caos, aunque menos que hace algunas semanas.

El minibús va por la Avenida 16 de Julio que a esa hora está llena de gente que espera movilidad para ir a almorzar a su casa, de minibuses, micros, taxis, radiotaxis, cebras, vendedores, bocinas, música de maestros (cumbia altiplánica o tecno huayño, como quieran llamar a esa música caótica como la urbe andina), voceadores anunciando rutas, gente almorzando en algunos puestos callejeros. Los mineros de la Mina Himalaya asentados con sus pancartas y banderas reclamando les devuelvan sus pegas son los únicos manifestantes a la vista.

A la altura de la fuente de El Prado se puede sentir el aroma de los Pollos Copacabana y ver la fila de gente empilchada esperando su turno para comprar el delicioso manjar. En cuanto empezamos a pasar la Plaza del Estudiante el tráfico se complica. Una fila de cebras acaloradas trata de ordenar el despelote metálico que se hizo más dificultoso porque un micro M ha parado en plena curva para que suba una viejita - viejiiiita. Una cebra ayuda para que la ancianita suba al micro más rápido y todos empezamos a avanzar como en una procesión. Algunos trufis y taxis doblan por la Corneta Mamani, los demás vamos por la 20 de Octubre que ahora es de bajada hasta la Aspiazu, pasando por la "Virgen de los Deseos" que es esa Casona Roja de las “Mujeres Creando”. En el minibús estamos escuchando el programa “Proteste ya” en la radio, donde un tal Johnny Plata recibe quejas de los que llaman, quienes protestan contra el clima, contra el fútbol boliviano, por lo maleducados que son los transportistas públicos, por la eterna corrupción en las oficinas públicas y un largo etcétera. Hoy les tocó darle palo a la Universidad Estatal. Más de cuatro oyentes descargan su furia contra los administradores nepotistas, los docentes con sobresueldo y que no van a dar clases, los universitarios bailarines y bebedores. Nada nuevo.

Llegamos por fin a la 6 de Agosto. Tres filas de movilidades avanzando de a poquito. Llego cerca de la esquina de mi oficina y como el semáforo está en rojo “aprovecho” para bajar. Abro la puerta del minibús calculando milimétricamente para no golpear al taxi de al lado y esquivando otro minibús llego a mi cuadra. Veo la hora: casi una hora desde que salí de la oficina para recoger los lentes. Hoy yo también acato el horario continuo.
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