miércoles, agosto 26, 2009

LOS QUE SE FUERON

Hoy es día del Adulto Mayor en Bolivia, así que es una buena oportunidad para dejar registrados en esta Cápsula a los que se fueron, mis abuelos maternos.

La Cleo era flaca, alta, de ojos claros y voz ronca y fuerte. Era sarcástica, ocurrente y cocinaba como los ángeles. Siempre se teñía el pelo negro, usaba aretes largos y una combinación perfecta de falda, blusa y chompa, cartera y zapatos no muy altos.Se casó muy joven (a los 14 años) y falleció joven también con mal de chagas a los 61 una tarde que se echó a dormir y no despertó más. Luego de separarse de mi abuelo (y volver de Buenos Aires, donde se dio no me acuerdo cuántos años sabáticos) puso un Restaurante de comida chuquisaqueña. Cocinaba tan delicioso que hasta ahora me acuerdo del sabor exacto del ají rojo con que cocinaba la Fritanga, el punto perfecto de los tallarines en el C’oko, la inigualable sazón de un ají de fideo que nos preparó una vez en la casa con esos fideos que parecen tuerquitas y el aroma del perejil finiiiito con que adornaba los platos. En el restaurante tenía de esas cocinas hechizas que tienen las hornillas como volcanes, ollas enormes. La Cleo adoraba ir al mercado a comprar los ingredientes exactos para las comidas y era tan perfeccionista que para cocinar conejo, por ejemplo, no compraba conejos listos para cocinarlos, sino que los criaba y cuando estaban en “su punto” (creo que en la pubertad o algo así) los mataba ella misma con sus propias manos y los cocinaba. Hablar de la Cleo da para un libro entero.

El Elio, marido de la Cleo, era gordito, no muy alto, con los bigotes bien cuidados, los párpados caídos, medio calvito, adorable como un oso de peluche, piropeador experto, habiloso bailarín de cueca y cariñosísimo con los nietos. Su casa siempre estaba llena, no solo por los muchos hijos y nietos, sino por amistades que se pasaban la tarde de los sábados charlando y tomando chuflay.Cuando era chica e iba a su casa me acuerdo del abuelo Elio sentado en su sillón rojo. En la pared en que se apoyaba ese sillón, el abuelo colgaba todos los dibujos y chucherías que le regalábamos los nietos, así que esa pared parecía la exposición de algún Kinder. Años más tarde, cuando mi abuela se mandó a mudar a Buenos Aires y él perdió su casa (otra historia larga de contar) las hijas hacían una especie de pasanaku con el abuelo para que no haya día en que quede solito y siempre tenga donde ir a almorzar y pasar la tarde. Tenía la costumbre de ponerle una cucharada de sopa a la llajua para darle más sabor (mi hermano Oskar quería darse un tiro), de comprar sonsera y media (como una camilla, una almohada eléctrica, un ojo mágico y no sé cuántas cosas más) y de dar discursos tristes y conmovedores cada cumpleaños. Era super amiguero y no importaba donde iba, siempre encontraba algún paisano chuquisaqueño con quien nostalgiaba el sur a donde nunca pudo volver.

Me quedan todavia la Bertita y el Fico, papás de mi papá. Algún rato dentro de poco les cuento de ellos. Mientras, voy a ver los noticieros del medio día, a ver si es que mi abuela Berta sale en algún canal de la tele tratando de conquistar un primer plano, con el pelo color rubio cenizo algún atuendo rojo, sus setenta y nueve años que parecen sesenta y su frase favorita: “la tercera (edad) no es la vencida”.

8 comentarios:

Caminante dijo...

Esa abuela tuya se parecía a la mia en cuanto preparar la comida.

Compraba pollos o guajolotes, los engordaba, luego les daba cuello y a comer.

Natalia dijo...

No me acuerdo mucho de mis abuelitos, los dos fallecieron cuando era chica. Mis abuelitas, gracias a Dios, siguen con vida: una en Santa Cruz y la otra en Brasil. Cada una es un personaje que, concuerdo con tu relato, merecen un libro para hacerle justicia a sus historias y mañas.

Los adultos mayores me inspiran tantas cosas, una de ellas nostalgia, pero va más allá. Difícil de explicar, es como un respeto mezclado con curiosidad... tienen tanto en su vivir y nosotros creemos sabérnoslas todas. Y, al mismo tiempo, el mundo ha cambiado tanto ante sus ojos, esta generación de "abuelitos" no se repite más, en muchos sentidos además de los obvios.

Besos =)

CUCHITA dijo...

Que recuerdos mas lindos, voy a escribir algo hacerca de los mios, me has dado tanta nostalgia...

Lilyth dijo...

La tercera edad no es la vencida! me ha encantado esa frase, puede dar mucho de si ;)
que lindas las historias de tus abuelos, no sabia que tenias orignes chuquis jajajaja con razon jajajajajaja

Lindo día para festejar

Vania B. dijo...

Caminante: Las mujeres de esa época eran así, todo "orgánico" cocinaban. Hasta el sabor es tan diferente de una gallina criolla a una gallina hormonizada, no? Un abrazoooote.

Natalia: Verdad, el mundo ha cambiado muchísimo ante sus ojos. Vivir desde una niñez con juguetes simples hasta la niñez de sus nietos y bisnietos con computadoras y videojuegos. Los ancianos son una fuent inagotable de historias, además. Un abrazo enorme hasta la ciudad verde y circular.

Cuchita: Me encantó tu post. Un abrazote.

Lilyth: Chuquis, nortepotosinos, cochalapaceños, casi nada no? Besos.

Anónimo dijo...

Siempre hay algo q aprender de los de la 3ra. edad, la experiencia q han vivido ellos y la forma de ver la vida, si aprendieramos de jovenes, nos meteriamos en menos problemas.

Ambarviolenta dijo...

Mujer, tengo la suerte y bendición d emi abulita materna todavía viva. E suna hermosa, aunque está anclada en una silla de ruedas en la ciudad de los anillos, igualito nomás me transmite su amor, que me acompaña todo el tiempo. Ee una hermosa, linda como ella sola. Ojos verdes, rubia, piel de porcelana, las manos ajadas por el tiempo, llenas de pecar y arrugas, pero hermosas y llenas de amor, igual que su corazón. Gracias por este post maravilloso.
Un beso

Vania B. dijo...

Leslie: Sería ideal volver a ser jóvenes con toda la experiencia y sabiduría que tienen los ancianos, pero la vida perdería ese gusto especial que tiene cuando nos equivocamos. Un abrazo cuasiconsuegra.

Cami: Qué linda tu abuela. Cómo se sentirá quedarse sola después de tanta vida y en otra ciudad. Quiensabe recuerda su vida como si ella no la hubiera vivido. Abrazos muchos querida Cami.

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