
Cuando estaba en colegio, una de las materias que llevábamos en Intermedio (6to a 8vo de Primaria) era "Técnica Vocacional". Las chicas pasábamos Labores y Cocina y los chicos Talleres. De los profes de Talleres -obvio- no me acuerdo mucho, pero las profesoras de Técnica Vocacional eran únicas.
La de Labores era la profe Edith Terán: una señora bajita, blancona, con pelo ondulado y negro como azabache, ojos pequeños y el bozo no depilado (bigotes). No me acuerdo haberla visto nunca con pantalón y en mi memoria está con el guardapolvo guindo que usaban los profesores de mi colegio con su nombre perfectamente bordado en el bolsillo lateral y unos mocasines monjiles. Le decíamos ET.
Como soy zurda, tenía la esperanza de que la ET no pueda enseñarme a tejer, pues la verdad no tenía la mínima intención de aprender ni a tejer, ni bordar ni abrir las puertas para ir a jugar, pero no conté con un pequeño detalle: la ET era ambidiestra para tejer y bordar, es más, sospecho que si hubiera sido necesario podía haberme enseñado a tejer con los pies, por algo usaba esos feos mocasines de brujilda.
Uno de los primeros trabajos era tejer un "ajuar de bebé". Yo, a los doce años, tenía la seguridad de que iba a morir soltera y por ende sin la necesidad de tejer ajuares ni ramas anexas, así que en las clases me dedicaba a charlar y avanzaba muy poco de mi "labor". Cuando se vino la presentación del mentado ajuar de bebé, no se me ocurrió mejor idea que llevar una chambra y unos polkos amarillos de mi hermano Oskar. La ET me miró con rabia y me puso una nota bajísima, no sin antes duplicarme el muestrario de puntos tejidos que teníamos que hacer.
Algo parecido me pasó con el bordado. Uno de los trabajos era bordar una fruta o verdura en un trapito de esos que se usan para no quemarse al sacar cosas del horno. Lo peor es que la verdura en cuestión (en mi caso, un tomate) había que rellenarlo con punto "yerba" en el que dabas pequeñas puntadas seguiditas hasta lograr que el bordado se vea como un tallo delgadito de una planta. Qué flojera. Unos días antes de la presentación del trabajo encontré una tela roja en mi casa, la recorté en forma circular y la cosí con un "punto" mucho más sencillo que el anterior. Cuando se lo presenté a la ET me lanzó de nuevo esa mirada asesina, se le frunció la boca (se le notaban más los bigotes), agarró la tijera y descosió mi hermoso tomate botándolo al basurero. Me acuerdo bien que me miró fijo con sus ojitos de ratón y me dijo que DEBÍA aprender a hacer el punto yerba, o al menos el punto "cadena" (una vaina parecida) y que DEBÍA rehacer el famoso tomate. Bueno, esperé a que siga revisando los otros trabajos y cuando la ET estaba distraida, recogí mi trapito rojo del basurero y lo volví a coser. Resultado: un bonito tomate de tela con los bordes bordados que -obviamente- no entró a la exposición de fin de año.
La profesora de cocina se llamaba Ana Guamán. Al contrario de la ET la profe Ana era alta (por lo menos así la recuerdo), tenía el pelo en una melena mediana, unos lentes de aumento con bordes gruesos y que le tapaban hasta medio pómulo, era morena, tenía los dientes bonitos, usaba pantalones con botapié ancho y zapatos con plataforma. La profe Ana no solamente nos enseñaba cocina, sino también "
Puericultura". Si alguien me preguntá qué aprendíamos en Puericultura, pues ni idea, se me borró totalmente de la memoria, pero era algo relacionado con niños. Punto.
Adoraba cocina, no porque me haya gustado cocinar, sino porque me gustaba (y me gusta) comer, así que disfrutaba esas clases al máximo. Lo que sí yo era de las que dictaba la receta, movía las mezclas, pero de cocinar-cocinar, muy poco, a parte de porque soy medio inútil, siempre habían chicas que se hacían las hacendosas, y si alguien puede hacer un trabajo que no te interesa aprender, mejor.
Más que alguna receta en particular, lo que me acuerdo de las clases de cocina son algunos sabores como el de unas bolitas de dulce de leche y galletas María que comí hasta reventar (no lleve nada a mi casa) y de una receta de mayonesa que me empalagó hasta la muerte (hasta ahora odio la mayonesa gracias a que ese día comí como bestia). También me acuerdo de la música que escuchábamos hasta memorizar las letras, como Luna de Miel (de
Virus) y La Universidad (de
Río).
En conclusión: de cocina no sé mucho hasta ahora; de tejido, nada y de bordado... gracias a mi Sebastián que anda perdiendo cada vez sus chompas, sacos y chamarras, me di cuenta de que después de todo el famoso"punto yerba" me sale muy bien, pues tuve que bordar una "A" en buena parte de su ropa para que sea más fácil reconocerla cuando la recupere de los "objetos perdidos".
Espero que a estas alturas de la vida le hayan cambiado el nombre tan ridículo a esa materia y se les haya iluminado para que chicos y chicas aprendan a cocinar, a pegar botones, a cambiar focos y a arreglar cosas básicas de electricidad, pues esas cosas sí te sirven en la vida, más que estar tejiendo ajuares de bebé y bordando mantelitos de abuela.