viernes, mayo 19, 2006

LA SEMANA SANTA DE ANTES


Antes la Semana Santa era diferente. Cuando yo era niña (hace como cuarto de siglo) se vivía la Semana Santa. En serio que el ambiente era tan diferente…

Días antes del Viernes Santo, en el único canal de televisión (Televisión Boliviana, canal 7) empezaban a proyectar películas de historias bíblicas. Imposible ver películas cómicas, mujeres en paños menores menos, ni hablar.

Me acuerdo por ejemplo de la película “Los diez mandamientos”: era impresionante para mis ojos de niña de ocho años ver la parte de la película cuando los israelitas con todas sus pilchas, familia y ovejas escapaban de Egipto, y los egipcios los empezaban a perseguir en unas carrozas a todo dar. Ahí uno decía ahorita los atrapan, porque estos israelitas iban con su santa gana y una cara de terneros degollados que para qué les cuento. Cuando los egipcios ya estaban cerca, Moisés oraba a Dios (en esas películas Dios siempre estaba en una nube ploma porque esa época la mayoría de las teles eran en blanco y negro y hablaba a través de unos rayos de luz que salían de la nube) y Dios le decía: "-¿Por qué me pides ayuda? ¡Ordena a los israelitas que sigan adelante! Y tú, levanta tu bastón, extiende tu brazo y parte el mar en dos, para que los israelitas lo crucen en seco...Cuando haya mostrado mi poder en el faraón, y en sus carros y caballería (cerrando el mar de nuevo para que se ahoguen los muy atorrantes), los egipcios sabrán que yo soy el Señor. Ojala mi jefe fuera tan claro cuando me da sus instrucciones.

Otra película clásica era Ben Hur, una historia de un hombre que era contemporáneo de Jesús y que pasa mil peripecias, pero en algunas partes de la peli se encuentra con Jesús (al que nunca se le ve la cara) y Jesús influye positivamente en su vida. Claro que nadie se acuerda mucho de estos encuentros, lo fascinante era ver la carrera de carrozas que para la época que fue filmado (1959) era lo máximo, digo eso porque muchas de las películas actuales usan a tal extremo los efectos de computadora que ya no impresionan a nadie, por lo menos a mí no, porque parece que hicieran un copy – paste y así multiplican cualquier cosa.

Había cientos de películas: Sansón y Dalila, El Rey Salomón, David y Goliat, y un largo etcétera. Pero las que más esperábamos mi hermana Liz y yo eran las de la Pasión de Cristo. El Viernes Santo era toda una ceremonia para ver esas películas. Nos encerrábamos en mi cuarto mi hermana, la empleada y yo, pero antes de que empiece la película nos muníamos de mandarinas, pasank’allas (pororó le dicen en la ciudad de los anillos) y maní (combinación explosiva) y nos acomodábamos lo mejor que podíamos, y cuando empezaban a torturar a Jesús, cuando cargaba la cruz, cuando lo crucificaban… llorábamos a gritos las tres. Siempre terminábamos con los ojos rojos e hinchados como pelotas, pero felices de haber visto la película tan esperada: en blanco y negro y a veces en traducción española.

A esas traducciones no se les entendía muy bien, como cuando señalaban a Pedro por ser discípulo de Jesús y este se negaba: “ezze ezstaba con el G’alileo” y Pedro se hacía el oso “No oss jguro que no lo conozzco” y de nuevo las viejas metiches “ess él yo le he vissto, confiesza, claro que lo conozcéis”. Creo que nuestros jóvenes y castos oídos todavía podían captar ese dejo español, pero ahora a mis 33 prefiero leer los subtítulos que ver las películas traducidas.

Bueno fuera de las películas todo el ambiente era especial: El Jueves Santo mi mamá salía más temprano de la oficina y después de abrigarnos de pies a cabeza por el frío paceño, nos íbamos a visitar las iglesias con mis tías y comíamos chocolates a más no dar. (Que era la parte que más me gustaba de visitar las iglesias).

Era imposible comer carne el Viernes Santo. Mi mamá preparaba una sopa de camaroncillos que era una delicia, y mi abuela Bertha se pasaba el trabajo de hacer los “12 platos” todos sin carne, creo que como conmemoración de la última cena, pero siempre lo hacía el Viernes. A la hora del almuerzo del Viernes mi papá nos contaba cómo pasaba sus Viernes Santos cuando era chico allá en un pueblito minero llamado Siglo XX al Norte de Potosí (eso da para otro relato completo).

Poco a poco las cosas han ido cambiando. Ese aire mágico de Semana Santa se ha ido perdiendo con los años y ahora es un feriado más para escapar de la rutina. En fin, mi familia no era muy católica, pero aún así ese feriado era único.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

yo a todo eso de antes incluyo todos mis cumpleaños...que me las he pasado entre visitas a iglesias, viernes santo, etc. jajaja

Anónimo dijo...

uhmmmm las doce comidas y de paso de postre te daban arroz con leche con canela molida, recuerdo que con mis viejos en oruro ibamos a pasear a otras casas de amigos y de ellos y siemrpe habia un arroz con leche para invitar...

ojala puedas mantener esas tradiciones con tus wawas..

r

Vania B. dijo...

Exacto! el arroz con leche. Yo lo odiaba, pero era infaltable. Abrazos querido Ronsete.

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