miércoles, mayo 04, 2011

COINCIDENCIAS CÓSMICAS


Nunca he sido fanática del fútbol, pero hace unos años, poquito antes de que acabe el siglo XX, todos los bolivianos de todos los rincones del país, de todas las edades, de todos los colores, respirábamos fútbol.

Teníamos veintidós hombres al mando de un técnico vasco (Xabier Azkargorta) quien logró consolidar el mejor equipo de la historia del fútbol boliviano. El grupo de jugadores no era homogéneo, eran de diferentes rincones del país y de diferentes edades, como que para el Mundial de USA ’94 el mayor de los jugadores tenía 37 años y el menor, Jaime Moreno, 20. El Diablo Etcheverry era tenaz en el ataque, Ramallo era el “fantasma del área” pues aparecía de pronto de quiensabedónde y marcaba goles,las atajadas de Trucco eran espectaculares y cada jugador en la cancha daba todo de sí para que el equipo logre buenos resultados, porque era sobre todo un equipo, no un grupo de estrellas que buscaba sobresalir sobre los demás.

Cada partido que se jugaba para las eliminatorias del Mundial de 1994 eran como un feriado: todas las radios sintonizadas para escuchar la transmisión del partido, así que si por alguna razón no te habías podido reunir con tus amigos para ver el partido por la tele, podías escucharlo en el minibús, en el micro, en el taxi, en el mercado, en la calle…

El 17 de Junio de 1994 se jugaba el partido inaugural de la Copa Mundial de Fútbol en Chicago, Estados Unidos. La selección boliviana se enfrentaba al último campeón mundial: Alemania. Todos nos sentíamos como Davides enfrentando a un poderoso e invencible Goliat. Las calles estaban desiertas porque todos los bolivianos y bolivianas estábamos reunidos frente a una pantalla de televisión para ver el debut de nuestros héroes. Fue un partido hermoso, donde los Davides se lucieron pero no pudieron derrotar a los gigantes Alemanes que nos ganaron con un gol de Klinsman. Frente a España perdimos 3 a 1, pero el gol de Erwin Sánchez fue un regalo. Con Corea el partido fue todo un sufrimiento que duró como 95 minutos en los que no se marcaron goles pero en los que nos defendimos a capa y espada.El país vivía en un festejo absoluto, en todas las calles flameaba la tricolor, y pese a que no pasamos octavos de final, todos teníamos ese sentimiento de que nuestra selección había roto todo pronóstico. La canción que más se escuchaba era “Viva mi Patria Bolivia” y el Himno Nacional se lo cantaba con un fervor único.

Hace tiempo que no veo que el orgullo de ser boliviano se masifique como en el ’94, cuando todos los nacidos en esta tierra nos sentíamos iguales, hermanos. Como la esperanza es lo último que muere, igual que muchos bolivianos, estoy esperando alguna coincidencia cósmica -que no necesariamente se manifieste en forma de un equipo de fútbol- para sacar mi bandera rojo amarillo y verde y flamearla junto a mis hijos con esa certeza de que los bolivianos podemos vencer los cálculos probabilísticos y las estadísticas más pesimistas.

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