Vista actual de la tienda de la Rosemary, mejor conocida como "Oh ya"Como en todas las ciudades, en La Paz no puede faltar la tienda de barrio: un centro de abastecimiento donde uno encuentra lo básico: pan, algunos abarrotes, Coca Cola,
Papaya Salvietti y arrocitos confitados de colores.
De la primera tienda que me acuerdo bien cuando era chica era la de la señora Aida. La señora Aida era una viejita oriunda de Apolo, provincia al Norte de La Paz, que siempre andaba super abrigada, con un gorro de lana que no le tapaba las orejas, pantalón super grueso, pantuflas cerradas de lana, un montón de chompas y un guardapolvo encima.
La tiendita era de lo más común: tenía una pequeña pizarra donde con tiza Doña Aida escribía "hay pan" y lo más cerca de la puerta se ubicaba la vitrina de madera donde exhibía los panes sarnita brillosos y las marraquetas crocantes, además de k'aukas, cuernitos, ch'amas y otros tipos de panes frescos del día. Al fondo, un mostrador con toda clase de abarrotes, huevos, galletas merengadas de La Francesa, galletas Ferrari Ghezzi, los típicos "arrocitos confitados" en diversas formas y colores, unos dulces artesanales de azúcar quemada y coco (que a mi hermana y a mí nos rasmillaban el paladar), el chocolate Batón que no podía faltar, otras golosinas varias, artículos de limpieza y una infinidad de productos que no sé cómo entraban en ese espacio tan reducido. Detrás de todos los aparadores, Doña Aida tenía un poster super grande de los
Kori Huayras, sus ídolos musicales, una virgencita y como adorno una serie de artículos de
Alasitas, como para que todas esas cosas chiquitas nunca falten en su tienda.
La señora Aida tenía una hija y una nieta, dos morenas de grandes ojos y corpulentas sin ser gordas; no se parecían a ella que era de piel blanca, pelo canoso, ojos chiquitos y menudita. Cuando llegaba la hija, la señora Aida le invitaba un té de sultana con pan y queso. No tengo idea de cuánto tiempo estuvo Doña Aida en la tienda, pero sí me acuerdo de algunas canciones de los Kory Huayras que con voces pegajosas cantaban "...basta corrrazón no llorrreeees..." y un sinfin de "hits" que la señora de la tienda ponía una y otra vez.
Después de que cerró la tienda de Doña Aida, un par de hermanas viejecitas se instalaron al frente de mi casa, en plena esquina. La señora Rosa era una viejita amable de pelo corto con base, que pese al frío nunca usó pantalón. La otra viejecita (no me acuerdo el nombre) era una señora de pollera un poco gruñona con trenzas blancas y una manta de lana ploma. Si bien la tienda era (es) mucho más grande que la de la señora Aida, los panes estaban también en una vitrina de vidrio y madera. Lo chistoso era que cuando una iba a comprar tohallas higiénicas femeninas las vendían envueltas en papel periódico y esperaban a que no haya mucha gente para pasarte el paquetito, como si fuera un artículo prohibido o de contrabando. Un tiempo después, las viejitas fueron dejando a cargo de la tienda a la hija de doña Rosa, la Rosemary (mi cuasi tocaya).
A estas alturas de la vida (hace poco más de doce años que no vivo en casa de mis papás) la Rosemary se hizo cargo totalmente de la tienda, y pese a todos estos años su "estilo" sigue siendo el mismo, pues cuando le preguntas por algo que no tiene en la tienda, te responde con un "nuayyyy" con laboca fruncida, y cuando terminas de comprar y le dices "gracias Rosemary, hasta luego" siempre pero siempre te responde "oh ya" delicadamente.
El tener una tienda no es fácil, especialmente con el frío que hace en Chuquiago todo el año, pues tienes que recibir el pan desde antes de las siete de la mañana y atender todo el santo día, haga sol, llueva o granice, lidiar con abusivos que quieren todo fiado, viejas descontentas y proveedores que no traen las cosas cuando tienen que traer, pero aún así me parece super divertido, pues ves el movimiento del barrio, conoces a la gente que vive cerca y te haces de buenos "caseros", a parte de que -como en el caso de Doña Aida- te quedas en la memoria de muchos, con soundtrack y todo.