Celie Johnson, sobrevive en un mundo donde ha nacido en las peores condiciones para una mujer a principios del siglo pasado: mujer, negra y pobre. Es abusada desde que es una niña y al cumplir 14, con dos hijos en su haber (hijos que arrebataron de sus brazos), es entregada en matrimonio a “señor”, hombre abusivo que ya tiene sus propios hijos y que se casa con Celie para que ordene su casa y le organice la vida en condiciones peores que la esclavitud, golpeándola bajo cualquier excusa.
Celie sobrevive con la esperanza de recibir las cartas que su hermana Nettie, la única persona que la hace sentir amada en el mundo gris en que vive, le ha prometido que le va a escribir. Mientras espera, pasa la vida hablándole a dios como si le estuviera escribiendo cartas diarias, contándole su día a día para no perder lo último de esperanza en la vida, pues no tiene a nadie a quien ella sienta que pueda acudir.
Años después, viviendo en esa
rutina eterna de atender a su “señor”, llega a su vida Shug, una de las amantes
de su esposo a cambiarle la forma de ver la vida.
¿Qué me
gusta de esta historia? la amistad liberadora entre mujeres, el hecho de que pese a vivir
en los escenarios más terribles, Celie nunca pierde su esencia y la bondad en
su alma y lo más importante: hace que me sienta afortunada de tener una hermana
en mi vida, alguien que siempre me va a salvar de mí misma en las
circunstancias más complicadas, con un amor incondicional (como Celie y Nettie).
Les dejo con uno de los momentos (según yo) más bonitos, cuando Shug logra que Celie, la invisible, exista dedicándole y cantándole una canción.