Cuando decidimos traer al mundo al Sebastián, muchos pensaron que éramos un par de inconscientes. Yo había dejado mi primer laburo para terminar mi Tesis, nos estábamos mudando a otra ciudad donde no teníamos a nadie, mi Rodri tenía apenas un año y para rematar teníamos un ingreso que cubría con las justas nuestros gastos mensuales. Así y todo nos arriesgamos pues ni mi marido ni yo concebíamos que el Rodri tenga una niñez solitaria.
Diez años después de ese dos de octubre del ’99 en que nació mi Sebitas, puedo decir con toda la seguridad del mundo que el Sebastián Alejandro (que casi se llama Francisco) es la mejor decisión que hemos tomado en la vida. ¿Cómo sabemos eso? pues porque el Rodri se habría perdido la increíble oportunidad de ser hermano mayor y se hubiera tenido que bancar solito nuestra vejez, porque el Rodri y el Sebas son inseparables a pesar de ser tan diferentes, porque los dos comparten sueños, amigos y travesuras, porque un cuarteto es más divertido que un trío, porque los campeonatos de lucha libre con solo dos luchadores deben ser sumamente aburridos (tres luchadores: papá, Rodrigo y Sebas, ya son multitud), porque nos sentimos completos con los dos enanitos en nuestras vidas.
Lo más lindo de mi negrito son sus ojos: expresivos, coquetos, brillantes como dos estrellas. No necesita hablar, sus ojitos lo dicen todo, esos ojitos enmarcados en esas espesas cejas (cuando el Sebas tenía dos añitos no podía decir “cejas” y decía “sajas”) y con esas ojeritas que le dan el toque perfecto. Esos ojitos todavía me miran a mí, su mamá, como si fuera la quinta maravilla, con tanto amor que quisiera congelar esos segundos en su mirada toda una eternidad.
El verme en esos ojitos de estrella es una de las cosas más hermosas que ha podido sucederme en toda mi existencia. Nunca me siento más querida que cuando esos ojitos morenos me miran desde el alma. Quien sabe solo reflejen el infinito amor que le tengo.
¡Feliz Cumpleaños mi negrito hermoso!