viernes, marzo 27, 2009

IMILLITA

La imillita mira mis aretes que cuelgan desde mis orejas hasta la altura media de mi cuello y que se mecen cada que el minibús frena o cambia de carril. Sonríe, y sus dientes de leche blanquísimos como pequeñas perlas de mar hacen contraste con sus mejillas morenas y sus ojos negros como uvas. No se anima a hablarme y cuando le sonrío se oculta detrás del respaldo del primer asiento y luego vuelve a aparecer sonriente y radiante con su chompa amarilla de lana y su faldita de jean. Ya está acostumbrada al minibús, pues su papá es el chofer y su mamá, una mujer aymara joven y con rasgos delicados, anuncia la ruta "Kantutaniveintedeoctubresanperodrigueeeeeez" mientras en la radio tocan infinitos huayños electrónicos hablando de desengaños, sufrimientos y amores varios en cuatro acordes.

El minibús para y una ancianita con varios bultos se apodera del asiento de la niña, que tiene que acomodarse en un campito cerca de su mamá. Reclama con su vocecita aguda y su mamá le da un montoncito de monedas de diez centavos para que se entretenga mientras ella sigue afanada anunciando el recorrido del minibús, abriendo la puerta, recibiendo a los pasajeros y subiendo de un ágil salto para no dejarse ganar por el "260" que está a pocos metros de nosotros y que también va por la 20 de Octubre.

Diez minutos después, cuando el minibús sube la cuesta sinuosa de la Kantutani, la imillita tiene sueño. El minibús parece cansado también, el motor suena como a punto de estallar, pero aún así todos los autos nos pasan sin el menor esfuerzo. Mientras la madre cobra los pasajes "sueltito nomás" la imillita cabecea de rato en rato sin soltar las moneditas de diez centavos que tiene en la mano derecha. La ancianita de los bultos se conmueve y acomoda las bolsas de tal forma que le hace un campito a la niña. La madre le agradece con la mirada y una sonrisa que muestra sus dientes con bordecitos de oro. Acomoda a la imillita en el asiento donde estaban los bultos y la cubre con una mantita. La imillita duerme acurrucada entre los bultos. La música estridente y los gritos de su mamá anunciando la ruta no le molestan. La imillita sueña con campos verdes donde puede correr a su antojo sin tener que esperar a la parada.

11 comentarios:

Gevalher dijo...

A mi siempre me han causado tristeza los niños que al igual que la imilla de tu historia, tienen que apechugar con el hecho de que tienen que estar al lado de sus padres, en el trabajo, en la calle, o peor aún en la cárcel.

Ojalá y todos los niños tuvieran el derecho y la posibilidad de crecer en ambientes más propicios para ellos...

Linda historia, aunque me provoca tristeza al pensar en los chiquilines como la imillita de tu historia. ¿Y para cuando tu libro, che?... (Yo lo compraría así sea de Alfaguara o de la Yerba Mala esa)...

Saludos!!!...

Rudiger Muñoz dijo...

Que bonitas lineas!, me encanto. Saludos.

Livi5 dijo...

Me encantaron tus lineas Vania!

Cómo no enternecerse ante esas miradas y sonrisas inocentes tan libres de la malicia que te da el tiempo y el mundo.

Me has hecho recordar mis días paceños...tan llenos de esos sonidos, de movimiento, de vida...extraño mucho mis días paceños.

Pronto estaré por allá para recordarlos...aunque sea por unos días!

Un saludo V. :)

Rafu dijo...

Bien Vania!

Literatura y conciencia!

Me gustó leer, un abrazo a la distancia.

lejos... leeeejos.

Lilyth dijo...

Como siempre Vania me conmueve tu manera de describir con tanto detalle y sentimiento situaciones que me fueron propias hace tanto tiempo, me dejas una mezcla de nostalgia y alegría, combinación absurda y casi imposible, pero me pasa con frecuencia cuando leo estas cositas que nos regalas...

CUCHITA dijo...

Muchas veces al ver estas cosas se te hace un bollito el corazon, y miras a los tuyos quejarse de cosas sin sentido y quisieras que ellos lograran ver con tus ojos la realidad de la vida, linda historia.

Vania B. dijo...

Geval: Da una mezcla de tristeza, impotencia, ternura... siempre los que pagan los platos rotos son ellos acosta de su niñez.

Rudiger: Bienvenido!

Livi: La vida en el minibús es tan típica de La Paz como las llauch'as.

Rafu querido: Otro abrazote enorme-enorme a la distancia (hasta el sur) Besos a Agustina.

Lilyth: Creo que saudade le llaman a esa mezcla.

Cuchita: Dímelo a mí! pero estos enanos (los nuestros, los privilegiados) no tienen idea de cómo viven los demás, por más que los lleves de paseo en el minibús. Creo que esa "ubicación" se da con el tiempo y las aguas nomaás.

Gracias a todos y todas por pasar. Un abrazote.

~PakKaramu~ dijo...

Pak Karamu reading your blog

Asesino De Leyendas dijo...

Inocencia latente...

Vivencias dijo...

Mas alla de lo bien que escribes, tienes un talento muy especial al interpretar la vida.
Felicidades porque con ese talento tocas muchas vidas

Vania B. dijo...

PakKaramu: Welcome!

Asesino: Bienvenido a la Cápsula!

Vivencias: Gracias infinitas por tan bonitas palabras.

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