Suelo despertar con la música del amanecer en la granja del gallo Claudio, se ubican? Parece que va a ser un día hermoso hasta que a mi Choli o a mí se nos ocurre prender la tele y ver el informativo. Primera patada al hígado. Ni modo, la vida continúa.
Con los enanos no tengo mucho problema, bueno, no desde que una mañana me transformé en un monstruo chillón instantáneamente cuando cinco minutos antes de salir al colegio el Sebas me dijo
S (con su vocecita ronca) - “mamá, tengo que llevar un corcho, aguja, un envase de plástico y un imán”
V – ¿Para cuándo hijito?
S – Para hoy a la primera hora
V (transformándome en una bestia peluda y gritona)– ¡ Qué!!!!! Pedazo de sarna irresponsable! De dónde crees que vamos a sacar esas cosas ahorita!!!! %&@$#$#*#. En tu vida vuelvas a ser tan irresponsable por que %&@$#$#*#.
Nada, que encontramos aguja, sacamos el imán de los adornitos del refri, le mandé un taper pero eso sí, corcho, ¿en menos de cinco minutos? Eso si que no pude fabricar tan fácil.
Bueno, dejo a los enanos en el cole y vuelvo a recoger a mi Choli que a veces todavía sigue acicalándose grrrrr...
Dejo el auto en el parqueo y otro martirio es cruzar
En fin, la oficina suele ser tranquila, y a la vuelta la misma historia: un martirio salir del parqueo, trancaderas, bocinazos, y bancarme al choli/agente de tránsito, que me hincha todo el camino: “¡cuidado!” o “pasate al otro carril” o si no toca con el nudillo del dedo medio de la mano derecha el vidrio la ventana para que vuelva al carril derecho, como para romperle los ovarios a cualquiera. Obvio que cuando yo voy como co- piloto no soy una perla, al pobre choli le dan ganas de parar el auto y abandonarme en una esquina para que le deje de hinchar.
Llegando a mi casa, lo que más odio es meter el auto en el garaje, pues hay que meterlo de retro y el garaje es subterráneo con una pendiente de 45 grados. Creo que ahí es cuando mis canas aumentan en un 50%, un martirio total. Ah, y si dejo el auto afuera, me tengo que resignar a dos minutos de lucha cuerpo a cuerpo con el Jimbo, que está enorme y le encanta jugar mordiendo mi cartera, mi abrigo o cruzando sus patotas alrededor de mis pies, cosa que de milagro no aplaudo el piso y dejo mis dientes de recuerdo en el cemento. En fin, esto in contar con que llego a la casa (en la noche) y los chicos casi no han hecho sus tareas y no se han cambiado su ropa de colegio…
En fin, termino el día sin ver casi nada de tele, ni leer nada, y cada vez saliendo menos en la noche a mis “cafeses”. Me echo en cama y me duermo antes de decir Jesús, así que últimamente insomnio es una palabra desconocida para mí.
Desafío: aprender a domar a mis monstruos para no dejarme arrastrar por la odiosa, horrorosa, mugre RUTINA.