En la ciudad de La Paz, hay innumerables motivos por los cuales hay caos vehicular en el centro de la ciudad: Entrada (folklórica) del Gran Poder, Entrada (folklórica) Universitaria, la Doble Copacabana de ciclismo del Padre Pérez, la entrega de regalos de Navidad, marchas, bloqueos, ensayos de danzarines para algunas de las ya mencionadas fiestas, presteríos varios, en fin, la lista es de nunca acabar.
Mañana, 24 de Enero a las doce del medio día, es mejor trasladarse a cualquier lugar del centro a pié o en el transporte público porque comienza la muy esperada
Feria de Alasitas.
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Para los que no saben de qué se trata esta Feria: Alasita es una palabra en idioma aymara cuyo significado es "comprame", y es esencialmente una celebración ofrecida al Ekeko (antiguo dios de la abundancia). La creencia es que en esta fecha, se puede comprar todo lo que se desee tener: una casa, un auto, un título profesional, maletas (para viajar), pasaporte (si quisieras viajar al exterior), títulos de propiedad de casas y autos, hasta papeles de divorcio, carnet de borracho, en fin todas estas cosas son en miniatura. A las doce del medio día del 24 de Enero juntas todo lo que compraste y lo haces
milluchar (bendecir) con un
yatiri (un chamán aymara) y si se tiene fe en estos ritos, dicen por ahí que los deseos se cumplen.
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Cuando era niña (hace muuuchos años) esta Feria era lo máximo. No íbamos a las doce del medio día porque el tumulto de gente no da para que vayan los niños, pero en la nochecita, cuando mi mamá regresaba de la oficina, nos íbamos a dar la primera vuelta. Empezábamos por la sección de la comida y nos tomábamos un api(bebida caliente) con pastel (empanada de queso frita). La parte de las comidas con sus fragancias deliciosas, claro que me impresionaban los conejos apanados a los que los apilaban medio a la vista del público con cabeza y todo (brrrr ya me han dado escalofríos). Si ya habíamos cenado entonces empezábamos por el sector "masitas" donde hay todo tipo de pasteles y dulces pequeñitos, como todo en esa feria.
Otro manjar favorito eran los Churros con azúcar granulada encima y los churros rellenos con dulce de leche, todos bañados en aceite y que salían de una maquinita laaargos como fideos y que los cortaban con tijeras. Como soy medio antipática a veces me daba la impresión de que las doñitas de los churros se limpiaban las uñas con esas mismas tijeras, pero como mi hermana siempre era de las que comía de todo sin hacerse el menor lío, había que dejar de usar tanto la imaginación y comer los churros con uñas o aceite rancio, total nunca mi hicieron mal.
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Después nos íbamos a las miniaturas, donde comprábamos ropa para nuestras muñecas, y lo que más nos alucinaba era proveernos de todo tipo de comestibles para armar una tienda y jugar lo que restaba de vacación. A veces incluso cocinábamos con el contenido de las miniaturas y la víctima era mi hermano menor al que le hacíamos probar nuestras recetas (wácala).
Otra cosa que nos fascinaba eran los juegos (como a todos) y sobre todo la "suerte sin blanca", donde nos tocaba cada chuchería que yo creo que por cara duras seguíamos jugando. Una vez, fuimos con la Basilia, una empleada tan bajita que era ya acomplejada por su estatura. En las famosas suertes sin blanca le tocó un enano de yeso. Casi llora la pobre.
Un personaje del que me acuerdo en todas las Alasitas, desde que era chica hasta la última a la que fui hace unos años es del señor que tenía un puesto de Loto. Este señor era super estronguista y todo el puesto estaba adornado con los colores del equipo: amarillo y negro. Tenía un gallo (según recuerdo) y el loto se jugaban con granos de maíz seco. Me fascinaba como cantaba los números a voz en cuello: "orejas de mono" era el 33, "parrr de patitos" el 22, y otros que me hacían morir de la risa pero que ahorita ya no me vienen a la memoria.
Cuando era chica era ya mi costumbre andar pensando en la inmortalidad del cangrejo, soltarme de la mano de mi mamá y perderme en la Feria. Al principio me desesperaba, pero después ya sabía lo que tenía que hacer: me quedaba quieta en el mismo sitio hasta que mi mamá me encuentre.
Años después, mi hermana y yo ya no queríamos ir mucho con mi mamá por que a veces nos hacía pasar calores, como la vez que se acercó a unos hippies que estaban vendiendo parches para chamarras de jean y les preguntó: "¿a cómo sus posavasos?". Mi hermana y yo rojas como tomates haciéndonos las que no la conocíamos a esa señora tan desubicada.
Ibamos entonces con las amigas y con las primas a "chequear" y a hacernos mojar, porque como Carnaveles empieza generalmente en Febrero, algunos changos aprovechaban la feria para lanzar globos con agua a las incautas de su edad que a veces se hacían las enojadas o las ofendidas, puro show, porque una sabía a lo que iba.
Conforme uno se iba haciendo mayor iba pasando de la sección miniaturas a la sección de juegos, donde las canchitas eran (son) lo máximo, una jugaba hasta tener callos en las manos. En la época de la universidad íbamos a las canchitas con mi amiga Anita y como éramos ya capísimas desafiábamos pierde-paga. Seguramente pensaban que nos iban a ganar jeje, pero jugábamos gratis buena parte de la tarde.
Extraño las Alasitas.