sábado, abril 21, 2012

MIÉRCOLES DE "TRANSFORMACIONES"



Los miércoles, el canal Home & Health de Discovery Channel está lleno de esos programas de cambios trascendentales. De pronto muestran una mujer a la que la vida parece haber atropellado a la mala, la humillan un poco recalcando que su ropa, su pelo, su maquillaje y su “estilo” son un desastre total y luego empiezan con la transformación: vestido, pelo alaciado, sonrisa blanca y en muchas ocasiones una sesión de bótox: eso que hace que la gente no sepa si estás feliz, triste o acabas de caerte del catre. 

En uno de los programas incluso, ponen a las participantes en unas casetas de vidrio (a prueba de sonido, dizqué) en un lugar céntrico y las exhiben como animales de feria pidiendo a los transeúntes que calculen la edad de la desdichada y qué es lo que cambiarían en ellas. Por lo general les calculan de 10 a 15 años más de los que tienen en realidad y les observan hasta los vellos de la nariz. Para seguir con el martirio les muestran a las víctimas un video con las críticas más duras y les hacen reconocer que su vida y su cara son una desgracia ya sea porque murió su perro, porque tienen fobia al dentista, porque no se quieren a sí mismas o porque por último no pueden gastar lo suficiente en verse como una mina de la revista Cosmopolitan. Aquí hay que recordar la máxima de “no existe mujer fea, sino pobre” pues todo se puede invirtiendo unos cuantos verdes. 

No tengo idea si es que las participantes en estos programas mantienen los cambios que les hicieron en el programa de TV. Me encantaría que muestren a una de estas doñas uno o dos años después del programa y la transformación para ver qué porcentaje de las participantes se mantiene en el molde en que la han puesto y cuántas de ellas vuelven a soltar la panza, olvidarse de la peluquería, estornudarse en el dentista, andar con la cara lavada y sin bótox aburridas de sonreír con una cara que no es la suya.

Mejor dejo de ver sonseras y me dedico a algo más útil.

lunes, abril 02, 2012

LOS HOGARES DE MIS HIJOS.

Cuando nacen tus hijos, la casa donde vives se convierte en un hogar, en un refugio inolvidable de esos primeros días/años.

Cuando nació mi Rodrigo, vivíamos en un departamento en una calle céntrica de Chuquiago. Era un departamento calientito, con ventanas que daban a la calle ruidosa y desde donde todo el santo día se escuchaban las alarmas de los autos y los bocinazos. Por las noches la música estridente de los borrachines callejeros que parqueaban en nuestra acera era lo más normal. Había también una panadería en la planta baja que nos hacía llegar el aroma del pan recién horneado gracias al cual casi abandoné mi vicio por las marraquetas.

Gracias a esa panadería, el olor que ese departamento tiene en mi memoria es a pan, pero también a nuevo y a independencia (estaba recién casada).

Mi Sebastián vino a "nacer"a Chuquiago, pues esa época vivíamos en Santa Cruz. Cuando volvimos a la ciudad de los anillos nos esperaba el departamento en el piso 11 de uno de los pocos edificios de departamentos que había en esa época. La vista desde ese piso era hermosa: las copas de los árboles y las tejas rojas de las casas, hacían que tengas la sensación de estar en un bosque de cuentos. Desde mi ventana, a lo lejos se veía el humo que salía de San Aurelio y por las noches una pequeña luz verde: el letrero del Diraio Mayor El Deber. El segundo anillo parecía una pista de juguete mientras los micros "vuelteros"del segundo anillo hacían círculos infinitos.

El aroma de ese departamento en mi memoria es a verde, a calor y a familia, pese a que no teníamos a nadie en esa ciudad.

El hogar que le espera a mi Bernardo no es muy diferente a los dos que acogieron la llegada de mis enanos mayores. Otra vez en Chuquiago, ésta casa está en una calle antes tranquila pero ahora ruidosa, y que de a poquito se está llenando de edificios al rededor. Por la noche parece que estuviéramos rodeados de estrellas y si bien desde aquí no vemos al Illimani, sentimos su presencia omnisciente. En diagonal a nuestra casa hay una escuela de fútbol donde casi todos los domingos de Dios hay ruidosos campeonatos que empiezan a las 8 ó 9 de la mañana con las barras de rigor: bombos, trompetas, petardos...

La casa misma suele ser un alboroto constante gracias a la presencia del Rodrigo, del Sebas y de sus amigos que vienen al menos una vez a la semana y -aunque últimamente no mucho- se quedan a dormir. La presencia del Jimbo también se ha vuelto imprescindible.

Para mí esta casa huele a hogar, a compañía, a experiencia y desde hace algunos meses, a futuro.
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