martes, julio 28, 2009

MARRAQUETA PACEÑA

Cuando vivía en la Ciudad de los Anillos y volvía de vacaciones a Chuquiago, la pregunta más común era "¿y qué es lo que más extrañas?". En ese momento lo primero que se venía a mi mente era (en cámara lenta) una mañana fría como todas las mañanas paceñas, un café destilado -de esos que había en mi casa cuando era soltera- con ese aroma que se siente diferente en el ambiente seco casi cero humedad de La Paz, un pedazo gigante, suave, blanco y salado de queso collana y la imagen principal: una marraqueta crocante, de esas que al partir un trocito emiten un sonido especial, el olorcito de la miga abundante y el primer bocado con ese sabor único, incomparable... pero... para no ser tan chinchosa y no dar muchas explicaciones siempre respondía "lo que más extraño es la familia" y sí, claro que extrañaba a mi familia, pero la marraqueta ocupaba un lugar importante dentro de mis varias nostalgias.

La marraqueta paceña, a diferencia de la marraqueta chilena, la peruana y la argentina, llegó a estas tierras gracias a un inmigrante Griego, Michel Jorge Callispieris, quien desde la isla de Chíos nos trajo el sabor delicioso de ese pan elaborado a base de harina de trigo, azúcar, levadura, sal y agua, con forma de barquito y con peinado raya al medio.

Este pan, denominado "pan de batalla" por ser de precio accecible al bolsillo de toda la gente, forma dúo con una gaseosa típicamente paceña también: Papaya Salvietti. Marraqueta y Papaya Salvietti son un ingrediente esencial en la vida de los paceños. Te imaginas acompañar un Chairo o un Fricasé con pan molde o de bolsa? imposible! tiene que estar acompañado por una buena marraqueta y una Papaya Salvietti. Como que mi Sebas casi no usa cubiertos para el Fricasé que hace mi mamá, solo necesita su plato y una marraqueta crocante.

El plátano con marraqueta y Papaya Salvietti es la merienda más popular de Chuquiago, sobretodo para los obreros de fábricas y de la construcción, y también uno de mis bocados favoritos, pues en La Paz el plátano tiene un sabor diferente y con una buena marraqueta estás arreglado, no necesitas más.

La marraqueta ha sido nombrada "Patrimonio Paceño" en 2006 e incluso hubo un proyecto para nombrar "marraqueta" a una de las calles, pero no sé si este proyecto dio frutos, y es que no se puede concebir a La Paz sin marraqueta o sin Illimani, por eso, para cerrar con broche de oro este post, les dejo con las palabras del C'ochala (léase de nacionalidad Cochabambina) Ramón Rocha Monroy quien describe este manjar mejor que nadie:

..."Si fuera pintor, pintaría un paisaje de La Paz con una marraqueta humeante en lugar del Illimani. Quizá ambas criaturas tienen el mismo espíritu, la más pequeña de mineral en bruto y la enormísima de cristal. Es maravilloso disfrutar del desayuno paceño echando vapor por la boca y contemplando el Illimani al amanecer. Es una reconciliación con el alma y el cuerpo, body and soul --la conjunción del viejo blues".

lunes, julio 13, 2009

TIENDA DE BARRIO

Vista actual de la tienda de la Rosemary, mejor conocida como "Oh ya"

Como en todas las ciudades, en La Paz no puede faltar la tienda de barrio: un centro de abastecimiento donde uno encuentra lo básico: pan, algunos abarrotes, Coca Cola, Papaya Salvietti y arrocitos confitados de colores.

De la primera tienda que me acuerdo bien cuando era chica era la de la señora Aida. La señora Aida era una viejita oriunda de Apolo, provincia al Norte de La Paz, que siempre andaba super abrigada, con un gorro de lana que no le tapaba las orejas, pantalón super grueso, pantuflas cerradas de lana, un montón de chompas y un guardapolvo encima.

La tiendita era de lo más común: tenía una pequeña pizarra donde con tiza Doña Aida escribía "hay pan" y lo más cerca de la puerta se ubicaba la vitrina de madera donde exhibía los panes sarnita brillosos y las marraquetas crocantes, además de k'aukas, cuernitos, ch'amas y otros tipos de panes frescos del día. Al fondo, un mostrador con toda clase de abarrotes, huevos, galletas merengadas de La Francesa, galletas Ferrari Ghezzi, los típicos "arrocitos confitados" en diversas formas y colores, unos dulces artesanales de azúcar quemada y coco (que a mi hermana y a mí nos rasmillaban el paladar), el chocolate Batón que no podía faltar, otras golosinas varias, artículos de limpieza y una infinidad de productos que no sé cómo entraban en ese espacio tan reducido. Detrás de todos los aparadores, Doña Aida tenía un poster super grande de los Kori Huayras, sus ídolos musicales, una virgencita y como adorno una serie de artículos de Alasitas, como para que todas esas cosas chiquitas nunca falten en su tienda.

La señora Aida tenía una hija y una nieta, dos morenas de grandes ojos y corpulentas sin ser gordas; no se parecían a ella que era de piel blanca, pelo canoso, ojos chiquitos y menudita. Cuando llegaba la hija, la señora Aida le invitaba un té de sultana con pan y queso. No tengo idea de cuánto tiempo estuvo Doña Aida en la tienda, pero sí me acuerdo de algunas canciones de los Kory Huayras que con voces pegajosas cantaban "...basta corrrazón no llorrreeees..." y un sinfin de "hits" que la señora de la tienda ponía una y otra vez.

Después de que cerró la tienda de Doña Aida, un par de hermanas viejecitas se instalaron al frente de mi casa, en plena esquina. La señora Rosa era una viejita amable de pelo corto con base, que pese al frío nunca usó pantalón. La otra viejecita (no me acuerdo el nombre) era una señora de pollera un poco gruñona con trenzas blancas y una manta de lana ploma. Si bien la tienda era (es) mucho más grande que la de la señora Aida, los panes estaban también en una vitrina de vidrio y madera. Lo chistoso era que cuando una iba a comprar tohallas higiénicas femeninas las vendían envueltas en papel periódico y esperaban a que no haya mucha gente para pasarte el paquetito, como si fuera un artículo prohibido o de contrabando. Un tiempo después, las viejitas fueron dejando a cargo de la tienda a la hija de doña Rosa, la Rosemary (mi cuasi tocaya).

A estas alturas de la vida (hace poco más de doce años que no vivo en casa de mis papás) la Rosemary se hizo cargo totalmente de la tienda, y pese a todos estos años su "estilo" sigue siendo el mismo, pues cuando le preguntas por algo que no tiene en la tienda, te responde con un "nuayyyy" con laboca fruncida, y cuando terminas de comprar y le dices "gracias Rosemary, hasta luego" siempre pero siempre te responde "oh ya" delicadamente.

El tener una tienda no es fácil, especialmente con el frío que hace en Chuquiago todo el año, pues tienes que recibir el pan desde antes de las siete de la mañana y atender todo el santo día, haga sol, llueva o granice, lidiar con abusivos que quieren todo fiado, viejas descontentas y proveedores que no traen las cosas cuando tienen que traer, pero aún así me parece super divertido, pues ves el movimiento del barrio, conoces a la gente que vive cerca y te haces de buenos "caseros", a parte de que -como en el caso de Doña Aida- te quedas en la memoria de muchos, con soundtrack y todo.

martes, julio 07, 2009

LAS ANÍBARRO

Estos días ando sin tiempo para nada, así que les dejo con un cuento chiquito que publiqué hace dos años: una semblanza de la Cleo y de las Aníbarro. La Cleo partió hace dieciséis años (se echó a dormir la siesta una tarde y no despertó más). Las Aníbarro se reunen algunos Domingos para no olvidarse que a parte de madresposas -y brujas, por su puesto - son mujeres.

LAS ANÍBARRO

Las Aníbarro son las seis hijas de la Cleo: la de carácter fuerte, voz ronca y ojos color miel. Son bravas, nobles, apasionadas y trabajadoras como ella.

No creen en el divorcio ni en cuentos similares, así que suelen ser leales al hombre que escogieron con sus muchos defectos y sus pocas virtudes. Crían a sus hijas mujeres con mano dura, pero a sus hijos varones tienden a hacerles la vida fácil como a sus maridos y como a sus dos únicos hermanos.

A veces, pero solo a veces, se acuerdan del día en que la Cleo mandó todo al diablo –ocho hijos y marido - y decidió ser leal a sus sueños.
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